18.2.11

Y mi corazón idiota, siempre v i b r a r á.

Parece increíble cómo a veces determinadas personas pasan por nuestra vida dejando una huella, sin que ellas quizás alguna vez lo sepan.

Por facebook me llega la noticia de la muerte de Sergio Embrioni.... ex Alcohol Etílico, ex Enanito Verde... y me ha tocado el corazón. Y no sólo porque Sergio formó parte de una de las bandas mendocinas que marcaron mi infancia, sino por que una anécdota con él forma parte de mi historia -mendocina por cierto- y que siempre llevé en mi corazón.

Allá por el '94, llegamos con unas amigas a Penitentes. Teníamos 15 años y era nuestro primer viajecito solas. Las espectativas eran altísimas! Pero cayeron en picada ni bien llegamos al lugar: no había nada ni nadie, ni siquiera nieve! El panorama era desalentador. Ni bien el micro se fue alcanzamos a ver que de uno de los locales salía un 'señor'. Tenía el pelo oscuro y tez morena, estaba todo vestido de esquí. Se nos acercó, preguntando qué hacíamos allí y le comentamos que habíamos alquilado un depto desde Mendoza, que no sabíamos que la temporada no se había largado y que ya no teníamos cómo bajar hasta el día siguiente, si es que no nos podíamos quedar con el centro de esquí cerrado. Se echó a reir y nos indicó el camino para llegar a la que sería nuestra morada adolescente esa semana.

Esa misma noche salimos a caminar y volvimos a encontrarnos con él, esta vez acompañado de otros muchachos que no eran tan señores pero adolescente no parecían. Eran todos empleados del lugar que esperaban la inminente nevada (que finalmente llegó) para empezar a trabajar. Nos invitaron a compartir un fogón y allí fuimos, a una noche que no me olvidaría nunca más y de la cual atesoro algunas fotos en mi caja mendocina de recuerdos. Éramos tan jóvenes!

En fin, vinito va, vinito viene, ya un poquito entonaditos, el señor tomó la guitarra y comenzó a tocar un hit que se escuchaba en todas las radios por esos días. Tocaba con una emoción, se le caian las lágrimas. Todos cantábamos, medio empedados, cuando de pronto se echó a llorar. Y nos contó quién era, nos dijo que esa canción era suya y que le dolía mucho, pero mucho escucharla sonar. Nos contó cómo fue que la escribió, adonde estaba y a qué se refería con la letra. Nos contó que nadie había pagado sus derechos de autor y que se sentía algo estafado. Comenzó a hablarnos de su historia, de sus cosas, de sus relaciones amorosas, de sus penas, de su vida en Brasil... nos contó, en menos de una noche, estimo que la mitad de su vida. Y no se si fue el empede o si era su personalidad, pero luego sentí que lo conocía de toda la vida y me encariñé muchísimo con aquel personaje triste, apesadumbrado, melancólico... a quien no volví a ver nunca más! Algún par de veces me lo crucé en la calle y quizás nos saludamos, cortesía de su parte porque seguramente ni siquiera sabía quién era yo.

Hoy, más de 15 años después de aquella noche, parece que aquel señor decidió irse de este mundo. Vaya a saber con qué pretexto, vaya saber a qué lugar. Tantas cosas inciertas ante la muerte... que lo único certero y que guardo en mi corazón es la historia de esta canción que él me contó, como parte de su vida, de su historia y su desazón. Y que no se si fue real, o insisto producto de la borrachera, pero yo me la creí y así ha vivido y vivirá en mi corazón, para siempre y hasta siempre.




De vez en cuanto me preguntaba qué habría sido de tu vida.
Y hoy supe de tu muerte.
Chau, Sergio.

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